'Alicia en Wonderland': Crítica

miércoles, 21 de abril de 2010


El domingo fui al cine a ver Alicia en el País de las Maravillas, de Tim Burton. Acudí a la cita con cierta desgana, ya que si bien llevaba tiempo deseando ver el filme, el bombardeo constante del marketing, y la cara del Sombrerero Loco-Deep en todas las esquinas de la ciudad, habían menguado en mi interior la ilusión de asistir al remake burtoniano de Lewis Carroll.


Siguiendo con cierto aire borreguil a los acomodadores (si se les puede llamar así), nos dispusimos en los asientos, nos colocamos las gafas de visión 3-D, y comenzó el viaje a ese Wonderland que es la factoría Disney. Desde el primer minuto de la cinta, el guión de Linda Woolverton, guionista de La Bella y la Bestia (1991) y El Rey León (1994) y autora de teatro infantil, “constriñe el talento de Burton con una trama cuya última intención es la de esclavizar también a Carroll con los grilletes del didactismo, la motivación de personajes, los objetivos a cumplir, y la corrección política” (palabras de Roberto Cueto para Cahiers du Cinéma). La que fuese pequeña Alicia, ahora es una jovencita casadera, que tiene que decidir qué hacer con su prometedora vida. La madriguera es la puerta que le llevará al País de las Maravillas, en donde la esperan como al mesías que terminará con el sufrimiento y el horror de ese submundo, para luego retornar al suyo propio con la lección aprendida y ansias emprendedoras.

La película está trufada de tópicos Disney: la maléfica y cabezona Reina Roja, interpretada por una irreconocible Elena Bonham-Carter, que realiza uno de los papeles más mediocres de su carrera; la decorosa, guapísima y buenisísima Reina Blanca, una urticante Anne Hattaway y un loco aunque atractivo Sombrerero Loco interpretado por un desvaído Johnny Deep que, aunque con aparente inocencia, anhela que la cimbreante Alicia permanezca siempre en el País de las Maravillas para poder satisfacer sus deseos más íntimos. Vamos, lo de siempre. No obstante, las ambientaciones, las texturas y el vestuario, con los toques propios del director, son lo mejor de la cinta, aunque son trabajos menores si los comparamos con otros filmes como Sleeppy Hollow (1999) o Sweeney Todd, el barbero diabólico de la calle Fleet (2007). Los efectos 3-D tampoco aportan mayor dinamismo a la película, puesto que, al contrario de lo que se nos ha querido vender en la campaña de promoción, Alicia no fue rodada para ser proyectada en tres dimensiones.

La banda sonora de Danny Elfmann, habitual de Burton, no acaba de fundirse con el variopinto elenco de personajes secundarios y tramas; y el final coronado por el patético baile de bufón del Sombrerero a ritmo del más trasnochado technodance y la ñoña canción de los créditos por cortesía de Avril Lavigne, hace que una salga del cine con la triste sensación de que Tim Burton podría habernos deleitado con una película fascinante, si no hubiera hecho caso a los malditos guiones Disney.

-Por Raimunda-

5 comentarios:

Theresia Kalogeropoulos dijo...

Totalmente de acuerdo!

Unknown dijo...

crítica acertadísima, solo con que hubieran realizado un remake idéntico a la mágnifica versión animada de 1951 ya sería 100 veces superior a este quiero y no puedo.

Raimunda dijo...

esperemos que la próxima de Burton no defraude... ja vorem!

Ricardus Alpert dijo...

Opino que el hecho de adaptar la historia a placer,(aunque me ha costado) se admite.Lo que me parece terriblemente pésimo es la manera de contarla, no pasa nada porque luchen contra un dragón,
pero que lo haga bien...

Raimunda dijo...

claro! no pasa nada que la historia no sea la misma, pero que no sea una parrafada de Disney (si al final hasta el dragón es lo de menos).

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